domingo, 29 de noviembre de 2015

Democracia Interna con miras a las Elecciones 2016


Una realidad innegable de la actual política peruana es el colapso del sistema de partidos que con el pasar del tiempo se ha traducido en una gran debilidad de todas las agrupaciones políticas nacionales y su desconexión con las organizaciones regionales y municipales.
Desde finales del siglo pasado todas las organizaciones políticas sufrieron en diferente medida una desinstitucionalización generalizada, predominio del caudillismo, ausencia de actividad partidaria e influencias del estilo antipolítico.

En los partidos antiguos; el liderazgo de Alan García en el APRA, fortaleció las opciones electorales del partido pero casi desapareció la oposición interna y la generación de nuevos liderazgos nacionales, condenando al partido a depender de García. En el PPC; el liderazgo de Lourdes Flores fortaleció la competitividad del partido en 2 elecciones nacionales pero no logró construir nuevos liderazgos que le garanticen una sostenibilidad de éxito en el tiempo, sumando a esto una falta de territorialización a nivel nacional y una constante pugna entre facciones por el control de los mandos medios del partido. Y en Acción Popular, ante la ausencia del liderazgo de Fernando Belaunde se produjo una extrema debilidad electoral con una estrategia de supervivencia y participación limitada en niveles subnacionales.

En los partidos emergentes; el liderazgo de Alejandro Toledo en Perú Posible le permitió llevar a su partido al gobierno y acceder a los distintos niveles del Estado, pero no garantizó un fortalecimiento e institucionalización, que ha hecho que el partido dependa en extremo de su líder. Partidos como Somos Perú, Solidaridad Nacional y Alianza para el Progreso, van a demostrar una activa participación y éxito electoral en constante dependencia con las decisiones de su máximo líder. Y la situación en otros nuevos partidos va a ser muy parecida al depender del caudillismo y convertirse en franquicias para sobrevivir.

Una anécdota aparte va a ser el desempeño de los partidos que se reivindican de izquierda; debilitados a nivel organizacional, dependientes del caudillismo y una falta de renovación a dirigencial; con conexión a la sociedad a través de sindicatos y organizaciones limitadas.
Es importante también revisar el ejemplo del fujimorismo; movimiento que reivindica el legado del Gobierno de Alberto Fujimori, un líder antipartido que con el paso del tiempo bajo el liderazgo de su hija Keiko Fujimori, a pesar de evidenciar un caudillismo presente y otros rasgos parecidos a los de otros partidos, viene demostrando un mayor fortalecimiento organizacional y un mejor desempeño electoral.

Este nivel de comportamiento en las distintas organizaciones políticas va a hacerse presente en las elecciones internas que exige la ley electoral. Durante muchos procesos las organizaciones políticas han recurrido a mecanismos que aseguren el mínimo riesgo y permitan a las cúpulas controlar la designación de candidatos en las listas; dejando de lado la votación total de la militancia o la participación universal de los ciudadanos.

Pero un cambio positivo empieza a ocurrir en este proceso electoral, en el contexto del debate de reforma político electoral y de rechazo de la ciudadanía a la clase política; se empieza a exigir verdaderas elecciones internas desde la sociedad civil y desde la militancia, para garantizar un cambio en la dirección de las organizaciones políticas.

Es así como el Frente Amplio, frente político de organizaciones de izquierda, convocó a un proceso de consulta ciudadana el 4 de Octubre para escoger a su candidato presidencial mediante una votación universal, con las deficiencias que tuvo al realizarse al margen del sistema electoral, pero que significó una mayor participación de la militancia y una elección interna competitiva con 7 precandidatos presidenciales.

También el frente Unidad Democrática, frente político de organizaciones de centro e izquierda, ha convocado a elecciones internas el 29 de Noviembre para escoger a su candidato presidencial mediante una votación universal con la participación de 7 precandidatos presidenciales y para diciembre planea realizar sus elecciones internas para el parlamento con el mismo mecanismo. Acción Popular ha hecho el anuncio de realizar elecciones internas con participación de toda su militancia para escoger a su candidato presidencial y fortalecer el partido con la participación de 4 precandidatos presidenciales.

La elección general del 2016 parece que significará el inicio de un cambio en el manejo partidario generando 2 tendencias: por un lado organizaciones políticas como el APRA, Fuerza Popular, PPK, Alianza para el Progreso que con un solo precandidato o candidato natural a la presidencia, recurren a las elecciones internas simplemente para validar la inscripción de candidatos excluyendo a la militancia. O por otro lado organizaciones políticas como el Frente Amplio, Unidad Democrática, Acción Popular y PPC que apuestan por la realización de elecciones internas competitivas en las que la militancia o la ciudadanía en general tengan un real poder de decisión al elegir al candidato presidencial. Es cierto que las elecciones internas competitivas aún son una tendencia minoritaria en el sistema político, pero se constituyen en una herramienta necesaria para fortalecer los partidos a futuro. El cambio demora en llegar pero una vez que está presente nada lo detiene.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

El Financiamiento de los Partidos Políticos


Es sin duda un tema de gran impacto que busca recientemente ser regulado por el parlamento para acabar con los constantes cuestionamientos a los políticos de todas las tendencias.

Las actuales leyes y reglamentos no han podido ordenar el sistema de financiamiento de todas las organizaciones políticas con especial énfasis en los ingresos y egresos por campañas electorales. No solo las reglas presentan graves limitaciones sino también los organismos electorales tienen grandes limitaciones al momento de fiscalizar a las diferentes organizaciones políticas.

Desde el retorno a la democracia en 2001, son constantes las denuncias de manejos económicos poco claros en todas las organizaciones políticas y es en el último gobierno donde se han acumulado acusaciones y denuncias de todo tipo; que van desde infiltraciones de dinero del narcotráfico y la minería ilegal; el lavado de activos, el financiamiento extranjero de campañas, el financiamiento de empresas y diversos grupos económicos hacia las candidaturas.

Casos como Ecoteva, que enfrenta el expresidente Alejandro Toledo y Perú Posible; los narco aportes y dinero provenientes del caso Narcoindultos, que enfrenta Alan García y el APRA; los ocultos financiamientos que recibe Keiko Fujimori y Fuerza Popular; el financiamiento excesivo de la Universidad César Vallejo hacia la campaña de César Acuña y su partido Alianza para el Progreso; y finalmente las denuncias que comprometen a Nadine Heredia y Ollanta Humala sobre el origen y manejo de los fondos recibidos por el Partido Nacionalista, constituyen casos que pudieron ser evitados con un marco legal coherente con la realidad y un efectivo sistema de fiscalización.

Ante este grave panorama resulta irrelevante la aprobación del financiamiento público hacia los partidos, por no existir un mecanismo claro de rendición de cuentas. Siendo importante resaltar que una consecuencia de la debilidad de los partidos es el hecho que no funcionan como organizaciones de militancia activa sino resultan convertirse en franquicias y maquinarias electorales, lo que sin duda alienta el ingreso e influencia del poder económico al momento de la definición de candidaturas.

Un sistema claro que fije límites de aportes de personas naturales y jurídicas, con financiamiento tanto público y privado, que use el sistema bancario para generar un registro ante todo transparente de los gastos electorales. Sin descuidar la fiscalización de parte del Jurado Nacional de Elecciones y la ONPE, con apoyo de la Contraloría General de la República; con sanciones de efectivo cumplimiento y efecto sobre el sistema político. Podría cambiar el oscuro escenario en el que se encuentra actualmente nuestra clase política, siendo una pieza clave de la Reforma Político Electoral y pilar de la consolidación de nuestra joven democracia.


domingo, 22 de noviembre de 2015

Cambiemos Argentina


Este domingo 22 de Noviembre, 32 millones de argentinos han acudido a votar en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales; primera elección de balotage en la historia de la república Argentina. Marcando no solo un cambio de gobierno nacional, sino además el fin de un ciclo político luego de 12 años de Gobierno Kirchnerista.

Luego de una larga campaña electoral a nivel nacional para elegir intendentes, gobernadores, parlamentarios y presidente, en donde las 3 principales coaliciones compitieron para sumar posiciones en el nuevo mapa político de por lo menos los próximos 5 años. Primero las PASO y luego la primera vuelta electoral mostraron la siguiente formación del escenario político: El Frente para la Victoria, liderado por Daniel Scioli alcanzó en promedio el 36% de los votos y quedando como ganador de la primera vuelta. La alianza Cambiemos, liderada por Mauricio Macri se constituyó como la alternativa de oposición y con mucho esfuerzo alcanzó el 34% de los votos luego de la elección del 25 de Octubre. Y la alianza Unidos por una Nueva Argentina (UNA), liderada por Sergio Massa, conformada por el peronismo disidente representó el 20% de los votos.

Sin embargo esta elección generó una tendencia distinta para la campaña hacia el balotage; Daniel Scioli, ganador de la primera vuelta presidencial, comenzó una campaña ocupando el segundo lugar en todos los sondeos publicados y enfrentando la guerra interna en el Frente para la Victoria debido a la derrota sufrida en la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires y en otros distritos electorales donde la oposición alcanzó la victoria. Prometiendo acentuar su propio estilo, no pudo desmarcarse de la influencia de la Presidenta Cristina Fernández; renunciando al estilo conciliador que marcó su trayectoria y recurriendo a una campaña de miedo. Daniel Scioli no pudo explicar claramente si representaba el Continuismo o el Cambio; perdiendo la posibilidad de recuperar el Liderazgo político frente a un imparable Mauricio Macri.

Mauricio Macri supo organizar una campaña que con el paso del tiempo resultó exitosa, sellando alianzas con la Unión Cívica Radical (UCR), liderada por Ernesto Sanz y con la Coalición Cívica liderada por Elisa Carrió, para construir una plataforma que le permitiera llegar y llevar su propuesta de Cambio a toda la nación argentina. Comenzó la campaña hacia el balotage con el impulso de haber quedado a 3 puntos de diferencia de Daniel Scioli; con la victoria de María Eugenia Vidal como Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires como prueba que era posible ganarle al peronismo oficialista, y sumando más respaldo en todas las encuestas publicadas frente a su rival peronista. Inició una campaña basada en alentar el ánimo de cambio presente en la mayoría de la sociedad argentina a través de la llamada “revolución de la alegría” para demostrar su moderación y estilo renovador en contraste a la campaña de miedo promovida por Daniel Scioli.

Sergio Massa, principal referente del peronismo opositor, decidió actuar como fiel de la balanza dando un respaldo indirecto a Mauricio Macri, con el único objetivo de derrotar a Daniel Scioli y por intermedio a Cristina Fernández, para fortalecer su liderazgo a mediano plazo al interior del peronismo.

Luego de una intensa y dura campaña los resultados oficiales otorgan la victoria a Mauricio Macri con el 53 % de los votos frente a Daniel Scioli con el 47% de los votos, erigiéndose como el nuevo presidente de la república Argentina para los próximos 4 años. Debiendo enfrentar la complicada herencia del Kirchnerismo: una economía estancada con tasas de inflación del 25%, una cuarta parte de la población por debajo del umbral de pobreza y delicadas causas pendientes de corrupción. Además del especial reto de garantizar la gobernabilidad para lograr los cambios al modelo de país sin eliminar los avances sociales conseguidos por varios sectores de la población.