domingo, 12 de mayo de 2013

El Consenso de Lima

Comparto el Artículo de Steven Levitsky sobre la coyuntura en el gobierno y la reacción histérica acusando un chavismo poco probable. Muy acertado y equilibrado.

Domingo, 12 de mayo de 2013 | 4:30 am
La reacción limeña ante la noticia de que el gobierno evaluaba la posibilidad de comprar Repsol fue impresionante. No solo generó oposición sino histeria.  Una multitud de políticos y opinólogos salió a  decirnos que Ollanta Humala –contra toda lógica– se había vuelto chavista. Insistieron en que Humala (¡por fin!) se había quitado el disfraz, y que iba a abandonar el camino moderado por el estatismo y una probable dictadura.  Alan García habló de una “maniobra chavista”.  El presidente de CONFIEP pronosticó el “comienzo de la transformación del Perú con un estado avasallador, prepotente, autoritario, como en Cuba”.  Hasta algunos columnistas que mantuvieron la calma durante la histeria de 2011 la perdieron en el caso Repsol, preguntándose qué pasaría si “Ollanta Humala decida ser, realmente, Ollanta Humala” y especulando sobre la posibilidad de un autogolpe.    
La rabieta colectiva funcionó. La propuesta de Humala quedó enterrada.  Como escribió Francisco Durand, “Hace tiempo que no veía una demostración de fuerza tan brutal”.
¿De dónde surgen estas rabietas colectivas? No creo que sean orquestadas por los medios o algunos empresarios.  Son bastante espontáneas. Pueden ser iniciadas por un puñado de empresarios y periodistas, pero tienen eco en una gran parte de la sociedad limeña.    
El Consenso de Washington perdió fuerza en América Latina en los años 2000, pero persiste un Consenso de Lima –y es más fuerte que nunca–. Una gran parte de la élite limeña adhiere –y fervorosamente– a un modelo económico ultraliberal.  Existe un nivel de fundamentalismo neoliberal que no se ve en otras partes.  Hasta en las economías más liberales de la región (Chile, Colombia, Costa Rica, Uruguay) se debaten medidas de intervención estatal (promoción industrial, regulación de capitales extranjeros, políticas redistributivas) que son una herejía en Lima.  Esta alergia a la intervención estatal no se limita a la derecha: se extiende al centro y hasta al centro-izquierda (¡la mayoría de los columnistas de La República se opusieron a la compra de Repsol!). Y no se limita a la élite: el Consenso de Lima abarca casi toda la clase media limeña y una parte significativa de los sectores populares.  Como escribe Carlos Meléndez, la amplitud del consenso probablemente se debe a la profunda crisis del estado (y del estatismo) de los 1980 –y la extraordinaria resurrección económica (bajo el modelo liberal) de los 2000.
El Consenso de Lima es potente.  Ejerce casi un poder de veto sobre la política económica. Desde la caída de Fujimori, ningún gobierno ha desafiado al Consenso de Lima o intentado gobernar contra ello. Alan García se olvidó por completo de su pasado social demócrata y abrazó la ortodoxia conservadora con fervor.  Nada de Lula o Bachelet: gobernó con las políticas económicas de Pinochet.  Humala, derrotado por el Consenso de Lima en 2006 y muy golpeado por ello en la primera vuelta de 2011, se adaptó también.  Cuando quiso formar un gabinete de centro o centro-izquierda (mayoritariamente ex toledista), chocó con el Consenso de Lima y terminó optando por un gabinete compuesto por gente que había votado por Keiko.  Durante dos años, cada indicio de un paso heterodoxo ha provocado una reacción histérica de parte de la élite política, económica, y mediática.  Como escribe Carlos Meléndez, Humala ha quedado “atrapado por el piloto automático instalado en la década de 1990…Existen tantos poderes de veto pro sistema, que cualquier desvío gubernamental es rectificado, con roche público o sin él.”
Para la derecha económica, el Consenso de Lima es el “garante” más efectivo de la continuidad –más efectivo que la Constitución de 1993, los poderes legislativos y judiciales, y Vargas Llosa–. Pero tiene costos también, sobre todo en términos de la representación democrática. El Consenso de Lima no representa una mayoría del electorado peruano.  De hecho, en las últimas tres elecciones, los candidatos que mejor representaban el Consenso de Lima (Flores en 2001 y 2006 y PPK en 2011) ni siquiera llegaron a la segunda vuelta.  Los que ganaron –Toledo, García, y Humala– lo hicieron con un programa de centro o centro-izquierda que prometía un cambio moderado. Sin embargo, por no chocar con el Consenso de Lima, los tres giraron a la derecha, optando por más continuidad y menos cambio.   
¿Está mal eso? En términos democráticos, sí. Los que critican a Humala por “traicionar” su programa cuando habla de un “equilibrio” entre el estado y el mercado confunden (o quieren confundir) el programa de Humala con el programa de PPK. El centro liberal fue una pieza clave en la coalición humalista en la segunda vuelta, pero no fue la única.  Más grande fue el sector que estuvo con Humala desde la primera vuelta: los casi cinco millones de peruanos que votaron por la Gran Transformación.  Como presidente, Humala ha buscado el equilibrio entre los dos socios de su coalición.  Pero a veces el Consenso de Lima no lo permite.  Muchas veces, cuando Humala hace un esfuerzo para representar su base original, genera una rabieta colectiva en Lima y el gobierno retrocede. Los liberales económicos festejan, ¿pero qué nos queda de la representación democrática?
No existe un Consenso de Perú.  Fuera de Lima, hay más escepticismo sobre el modelo económico.  El electorado es menos liberal y más estatista. ¿Qué pasará si el Consenso de Lima se impone demasiado –si, como un niño malcriado, la élite limeña no está dispuesta a ceder en nada, y sigue exigiendo que Humala se adhiera al programa de PPK–?  Si crece la percepción de que una minoría limeña está minando la voluntad popular expresada en las urnas (ganó Humala, no PPK), ¿podría surgir un “Consenso anti-Lima” en el interior?      
Nota aparte: El caso Repsol también demuestra la fragilidad de la Coalición Paniagüista.  Cuando se trata de tocar el modelo económico, la Coalición Paniagüista se deshace como un merengue limeño en la boca (y el único paniagüista que queda es un solitario politólogo de Harvard).  Como han señalado varios de mis críticos, la Coalición Paniagüista es hija del Consenso de Lima.  Depende de ello. Solo funciona mientras no se toca el modelo.

martes, 7 de mayo de 2013

UNASUR: Momento de Definiciones


En las últimas semanas UNASUR ha tenido un gran protagonismo mediático, aunque también desde meses anteriores lo tuvo, por acontecimientos polémicos en el desarrollo de la vida democrática suramericana, ha puesto en tela de juicio el papel e importancia de este organismo multilateral. Es cierto que existen muchos aspectos negativos y controvertidos en esta entidad, que abordaré en adelante, pero quisiera comenzar con los puntos positivos para ir desarrollando un poco el entendimiento de la situación actual y tratar de analizar el futuro político de esta institución.

UNASUR se forma oficialmente con el acta constitutiva en el año 2008, venía de un proceso preparatorio previo desde el 2004 donde en sucesivas reuniones se iba trazando y construyendo la idea de esta entidad, cuyo principal objetivo es la integración de la región suramericana, inspirada en el ejemplo de la Unión Europea (UE), por lo que podemos percatarnos de que es un organismo nuevo y aún no ha concluido su etapa formativa e institucional.

En los aspectos positivos que me he referido destaco la intención de formar un espacio de diálogo entre países con muchos vínculos comunes, lo que nos llevaría a evitar conflictos entre los Estados miembros y fomentar la paz; así como lograr una independencia y autonomía política ante el resto del mundo globalizado, siendo de mayor utilidad formar un bloque que pueda entablar acuerdos con otras naciones o bloques ya existentes; en el plano material y constructivo lograr la integración energética, comercial, vial, defensa y el plano del desarrollo científico-tecnológico.

Pero existen aspectos negativos graves y muy graves que afectan el desarrollo de este organismo. Desde su formación ha dependido-como casi todo en Latinoamérica- de la conducción de los gobernantes de turno, lo que mella algún intento de institucionalidad, tomando en cuenta la precariedad de muchas repúblicas integrantes, tales son los caos de Bolivia, Ecuador, Venezuela, y de alguna manera Colombia y Perú; que desde el inicio comprometen la autonomía del propio organismo y su desenvolvimiento en el plano político.

Las crisis en Paraguay y Venezuela, han puesto a prueba la conducción y el futuro de UNASUR; en cada una se tomó una actitud distinta ante un mismo problema, “la legitimidad de los gobiernos y Estados” en entredicho. Referirme a los dos temas creo sería redundante, ya que se analizado ya bastante sobre estos y ha permitido llegar a conclusiones que no dejan bien parados a los gobernantes involucrados. 

El completo funcionamiento de sus instituciones es una tarea aún pendiente, como el parlamento suramericano, para de esa manera corregir los errores de este organismo al existir una mayor representatividad en la toma de decisiones, para de esa manera preservar su esencia; y consolidar sus instancias, normativas, reglas y entidades. No hay que olvidar que construir la unidad integradora tomó mucho tiempo a Europa-siendo del primer mundo- y que hasta hoy sigue teniendo ciertos problemas que la amenazan, es por eso que es indispensable que se complete de manera correcta sus mecanismos dejando a un lado tintes políticos para pensar en políticas de estado.

Para terminar es preciso llamar la atención de los presidentes de turno, por sus medidas tomadas y aplicadas, no vayan a lograr que todo lo que se avanzado, caiga en saco roto y termine por acabar desintegrando el más reciente esfuerzo de integración suramericana.


domingo, 5 de mayo de 2013

El Adiós a Javier Diez Canseco


El día de ayer sábado 4 de mayo a las 10:22 pm, falleció Javier Diez Canseco, político de carrera, líder del Partido Socialista (PS), constituyente, diputado, senador, congresista, pero sobre todo luchador, honesto, coherente, que defendió sus ideas hasta el último de sus días y luchó para construir un mejor país para todos.

Continúo estas líneas confesando que me encuentro muy triste por esta noticia, porque considero que JDC, tenía todavía mucho por hacer en la política y en nuestra sociedad. Se fue en un moento crítico para nuestra nación: ausencia de instituciones sólidas, debilitamiento de partidos políticos, una alta impunidad todavía persistente, falta de rumbo para el país, desigualdad social y en fin muchos problemas a los que se enfrentó y entregó su vida.

Después de volver al congreso de la república-uno de los poderes más cuestionados- para tratar de cambiarlo y luchar para recuperar sus verdaderos roles políticos, en el 2011 formando de la alianza política Gana Perú, con el entonces candidato Ollanta Humala, por fin Javier formaba parte del oficialismo y estaba listo para comenzar el trabajo. Pero no duró mucho, siempre consecuente con los principios, decidió apartarse de la bancada por discrepancias en el manejo legislativo y por decisiones del gobierno.

Pasado unos meses, conforma junto a Rosa Mavila, Verónika Mendoza, Jorge Rimarachín, que se habían separado del nacionalismo, una nueva bancada con Acción Popular, que sería Acción Popular-Frente Amplio, en ella seguiría batallando por los grupos más excluidos como los discapacitados, con la Ley general para personas con discapacidad que llegó a ver aprobada; un gran polemista mejoraría indudablemente el debate en un congreso caótico.

Pero poco tiempo después sus enemigos empezarían una campaña para dañar lo más importante para él su honestidad, al acusarlo de presentar un proyecto de ley de acciones que supuestamente favorecía a su hija y esposa, logrando que sea investigado por la comisión de ética del congreso, presidida por Humberto Lay, donde la secretaría técnica demostró que no habían tales cargos y a lo mucho un llamado de atención por una falta involuntaria-que se puede aplicar a todos los parlamentarios- pero que sin embargo fue encontrado culpable por la comisión y pasó al pleno. Donde dió uno de sus últimos y más elocuentes discursos parlamentarios en su defensa. Un nefasto 16 de Noviembre de 2012 fue suspendido por 90 días de sus funciones parlamentarias.


Desde el llano siguió defendiendo sus posturas mediante sus artículos en La Républica, pero el 8 de febrero de 2013, Diez Canseco dio a conocer que padece de cáncer, por el cual había sido hospitalizado en una clínica limeña desde fines de enero, no pudo participar- a su pesar- en el proceso de revocatoria pero si ver que se logró el triunfo del No y la continuidad de Susana Villarán, ciertos grupos políticos que lo sancionaron intentaron retirar su sanción con fines políticos, pero el se opuso, no tardó la justicia en demostrar que estaba en lo cierto y ordenó la anulación de su sentencia y su inmediata reincorporación- algo que hasta ahora no acataron- y así vivió sus últimos días este gran hombre.

Dejo un gran legado político y social, la conformación de un Frente Amplio de izquierdas, encabezado por Fuerza Ciudadana (conformada por FSPCPCxC y PS) que espero se logre en el tiempo y sé al igual que tú que así será para formar una alternativa de gobierno y fortalecer la democracia. Aún hay luchas inconclusas en el plano laboral, social, político y económico que estoy seguro no se terminarán.

Termino este artículo lamentando no poder haber hablado contigo Javier, tener la oportunidad de debatir, conocerte y darte las gracias por tu trabajo, por inspirarme a luchar por un Perú mejor, a creer que en la política se puede tener don de servicio y decencia. Es por eso que desde estas líneas hago un compromiso de honor de continuar con tus luchas, sé que no estabamos de acuerdo en algunas cosas, lo cual es bueno, pero siempre te admiré y lo seguiré haciendo. Esta es mi forma personal de rendirte un homenaje muy merecido. Descansa en paz querido político.

¡GRACIAS JAVIER DIEZ CANSECO, SIEMPRE ESTARÁS PRESENTE!