domingo, 22 de mayo de 2016

Dioses, Diablos y Fieras Periodistas en el Siglo XXI

Para el Curso de Poder Político y Medios de Comunicación             05 de Mayo de 2016

Profesora: Dra. María del Pilar Tello Leyva

1) Hoy se imponen, tres poderes nuevos y privados: el de los mercados, capaces de levantar o arruinar un país; el de los sondeos, que pueden orientar, pero también ser catastróficos si se convierten en barómetros obsesivos para los gobernantes, y el de los medios de comunicación. En un mundo en el que la verdad mediática ha sustituido a la verdad auténtica, Estefanía se detiene en los blogs como una manera de ejercer una nueva comunicación, cuyo futuro puede ser fatalmente onanista o revolucionario.

2) En regímenes democráticos, la comunicación es continua entre la élite y la opinión pública. Los mensajes parten de la élite a las masas para lograr apoyo y legitimación. En regímenes autoritarios, el flujo de comunicación es continuo entre las élites y los círculos gobernantes o entre la élite y la masa de ciudadanos, pero son escasos los mensajes en dirección inversa. La unidireccionalidad es propia de la dictadura. 

3) Los medios deben ser espacios privilegiados de concertación política, de debate sobre lo deseable y lo factible, del diálogo de la tolerancia y la valoración frente a los otros. Los comunicadores, los periodistas, cumplen un rol fundamental como líderes de opinión, difusores de contenidos y mediadores encargados de la vigilancia responsable del gobierno, contra la corrupción, el autoritarismo y la violación de los derechos humanos.

4) Se llama telecracia al régimen que se basa en el encuadramiento de la sociedad desde el uso intensivo de la televisión que se convierte en el notario o fedatario público de la realidad nacional. El televidente o espectador cree que todo lo que se transmite es la verdad, sin dejar lugar a opiniones u opciones diferentes. Más aun lo que no aparece en los medios, no existe. Los medios, jugando a ser dioses, crean una realidad indubitable que determina pensamientos y creencias.

5) La telecracia es usada por las dictaduras para legitimar sus gobiernos e instalar opiniones monocordes con personajes que tranquilicen sin pensar demasiado en la realidad. El caso peruano durante el fujimorismo es clásico de la técnica que enseñorea el chisme, la farándula, los talk shows distorsionadores, que dan rating y generan adicción en un público que reclama más programación de este tipo. Un círculo vicioso adormecedor de gran utilidad para el gobierno.

6) Batallas políticas o sociales se ganan o pierden en los medios más que en otras áreas de encuentro o desencuentro social. El convencimiento, asentimiento y dirección se logran pacíficamente a través de ellos y mucho menos mediante otros aparatos ideológicos u orgánicos. Construyen la jerarquía del conocimiento de la realidad, de los valores, de la política, de la cultura, de la historia y de la vida, son el marco de referencia y de acción, que articula o desarticula a los ciudadanos. 

7) Los monopolios informativos sustituyen a la política, son representantes fácticos de la sociedad. Su tutela se confirma con las encuestas de opinión como nueva forma de participación, representación y democracia colectiva. Ya no parecen necesarios el Estado regulador ni la transición política a la democracia. La participación se alcanza con la acción espontánea, transparente y representativa al conectarse con el espacio mediático. Las instituciones tradicionales del Estado pierden fuerza y dejan el camino libre a las grandes tecnologías, desarrolladas y perfeccionadas. El consenso se genera menos en el Estado que en el poder informativo y encantador de los medios.

8) El deterioro de la esfera pública, de los partidos, del Congreso, de la política, del Estado, de las Iglesias, de la cultura, de las metas de crecimiento, de las creencias, del proyecto de nación cede paso a los medios cuyo poder político-ideológico cotidiano, seduce, encanta, conduce y hasta hipnotiza, mental y emocionalmente, a la sociedad.

9) Asumimos los juicios mediáticos como manifestación de la función fiscalizadora de la prensa, pero pueden significar mucho más. La diferencia entre el juicio legal y el juicio mediático puede determinar la liquidación de un personaje. El primero cumplido por el Poder Judicial y por el Ministerio Publico, asume procedimientos y trámites según ley, precisa la Litis del asunto, recibe pruebas, admite recursos, es discreto, y es la legal y legítima para impartir justicia. El segundo, el juicio de los medios, puede examinar arbitrariamente las pruebas, las valora y declara válidas o inválidas según los intereses en juego, proclama conclusiones o sentencias que difunde y defiende con fiereza. 

10) El verdadero Parlamento se convierte en mera referencia formal del escenario político desde que el interés de los medios solo cubre debates y votaciones especiales con énfasis en la anécdota y en las escaramuzas en el hemiciclo. Los Parlamentos no tienen una representación que sea respetada como eficiente y disciplinada; transmiten caos o improvisación reflejados inevitablemente en los medios. La ciudadanía se decepciona ante la escasa relevancia de los congresistas en su espacio institucional. Es mejor figurar individualmente en los medios para formar parte del Parlamento Mediático.

11) La concentración de la propiedad de los medios puede afectar la pluralidad y la diversidad informativa en un subcontinente como América Latina, donde la lucha por la libertad de prensa y por un periodismo independiente ha sido muy importante para superar el péndulo democracia-dictadura. La Ley 28278, Ley de Radio y Televisión en el Perú, es insuficiente para regular la propiedad cruzada de medios. En telecomunicaciones y medios de comunicación se aprecia un alto nivel de concentración de la propiedad.

12) Los medios neutralizan las banderas del liberalismo vinculadas con el humanismo, con la soberanía popular, con las libertades públicas, con las garantías constitucionales y las sustituyen inteligentemente por el liberalismo económico más cerca de la libertad de inversión, del derecho a la acumulación y de la soberanía de la empresa privada. Las transnacionales y los aparatos internos de poder oficializan la ideología del liberalismo económico y la libertad de capitales, de la desregulación y la intervención mínima del Estado.


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